(Monk 14) Marea Incierta

(Monk 14) Marea Incierta

Author:Anne Perry
Language: es
Format: mobi
Tags: det_crime
Published: 2010-03-19T00:00:00+00:00


Capítulo 9

Monk estaba en casa encendiendo un fuego para ver si conseguía devolver a su hogar el calor que había perdido ahora que Hester dedicaba tanto tiempo a la casa de socorro. Su ausencia le privaba en buena medida del placer que habría sentido si hubiese podido compartir su triunfo con ella. Había tenido un éxito sonado. En un magnífico alarde de maestría había recuperado el marfil y se lo había devuelto a Louvain delante de las narices de los ladrones, así como de Culpepper, para quien lo habían robado, e incluso de la Policía Fluvial. Louvain le había pagado con esplendidez y ahora su reputación estaba por las nubes. No tardarían en caerle otros trabajos. Pero no tenía a quién contárselo.

Aún no había terminado. Le faltaba averiguar quién había matado a Hodge, aunque debía de haberlo hecho el colega de Gould, cosa que sólo resultaba verosímil si éste subió a bordo después de Gould, se encontró con que Hodge, pese a todo, seguía vivo, y lo remató. Su acto habría sido fruto del pánico y absolutamente innecesario, a menos que el hombre estuviera a sueldo de Louvain y por consiguiente lo hubiese traicionado. Louvain vengaría con saña una traición semejante y eso explicaría por qué habían matado a Hodge en lugar de limitarse a dejarlo inconsciente.

Y aún cabía otra posibilidad, a saber, que lo hubiese matado un miembro de la tripulación durante una pelea que no tuviera nada que ver con el robo.

Si Monk averiguaba quién había sido el colega de Gould, quizá podría demostrarse si había llegado a estar a bordo del Maude Idris. Gould sin duda recordaría sus propios actos y eso, poco o mucho, de algo serviría. Los colmillos eran objetos difíciles de manejar. Sin duda sabría dónde había estado su colega. Era imposible cruzarse con alguien en el tambucho* de la bodega sin darse cuenta. La dificultad residiría en asegurarse de que fuese sincero. Por lo demás, Gould tuvo que pasar junto al cuerpo de Hodge cada vez que subía un colmillo así como al bajar por más.

A Louvain no le gustaría aquello, cabía que incluso tratara de impedirlo, pero Monk ya se había encargado de eso. No tenía intención de permitir que el asesino de Hodge escapara. Él no había conocido a Hodge y tal vez hasta le hubiese caído mal, pero eso era irrelevante. Cuanto menos importaba a los demás, más se reafirmaba Monk en su propósito de hacerle justicia.

Estaba sentado junto al fuego, calentándose más de la cuenta aunque sin siquiera percatarse, cuando oyó que llamaban a la puerta. No podía ser Hester; ella tenía llave. ¿Sería un nuevo cliente? Sólo lo aceptaría si estaba dispuesto a esperar. Se levantó y fue a abrir.

Era un hombre delgado y bien vestido, aunque llevaba los zapatos gastados. Su rostro irónico e inteligente presentaba arrugas de cansancio. Lo acompañaba un pequeño terrier marrón y blanco.

—¿El señor William Monk? —inquirió el hombre.

—Sí.

—Traigo un mensaje para usted, señor. ¿Puedo pasar?

Monk se desconcertó y comenzó a preocuparse. ¿Quién



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